por Pedro R. Montoro, Profesor titular de Psicología en UNED
Hubiera sido muy fácil. Y es posible que hubiera quedado mejor. Podría haberle encargado a ChatGPT que redactara este prólogo. Pero ni siquiera sentí la incipiente tentación de dar ese paso porque había leído (y releído) el libro que usted tiene entre sus manos antes de redactar este prólogo (lo cual debería ser el orden natural de las cosas, por cierto, pero según parece, no siempre se hace así). Gracias a la lectura de la excelente obra de divulgación científica de Raúl Arrabales, ahora soy consciente de que ChatGPT, al igual que el resto de los actuales grandes modelos del lenguaje, puede sufrir delirios o confabulaciones y que, por lo tanto, no puedes fiarte de (todas) sus respuestas. Si no puedes fiarte de todas sus respuestas, no puedes fiarte de (casi) ninguna. Sí, estoy exagerando, me hago cargo. Pero un poco de moderación entre tanta euforia artificial quizás sea pertinente en estos tiempos. Sobre todo, después de haberme nutrido con el alimento cognoscitivo que nos ha cocinado Raúl en esta obra maestra de la literatura divulgativa.
Tras conocer el diagnóstico delirante de ChatGPT, he escrito por mí mismo este prólogo sin ayudas externas de origen artificial. Ha sido un placer ensamblar todas estas frases, pero también he sentido una honda sensación de responsabilidad porque he tenido que adoptar el papel de presentador o maestro de ceremonias de esta obra. Los implantes mentales en forma de expectativas (esos recuerdos del futuro) acerca del libro influirán sin duda sobre la experiencia del lector de muchas formas impredecibles. Eso es mucha responsabilidad. Pero, cumpliendo con esta labor, mi primer objetivo es enviar un aviso a navegantes: este libro no habla de Inteligencia Artificial (IA). No. Este es un libro sobre inteligencia en general, tanto natural como artificial, tanto nacida como creada. La primera (grata) sorpresa que el lector experimentará es que este libro es mucho más que una disertación sobre el estado actual de la IA. Es muchísimo más que eso, de hecho. Este es un libro sobre Psicología Humana, sobre Psicología Animal (incluso vegetal), sobre Estrategia Empresarial, sobre Sociología Postmoderna, sobre Filosofía de la Mente. Es un libro de reflexión profunda sobre el propio concepto de inteligencia. Son muchos libros en un solo volumen. Un volumen para unirlos a todos.
Un libro así no puede escribirlo todo el mundo. Casi nadie puede escribir un libro así, de hecho. Hay que ser experto en muchos campos de conocimiento, no necesariamente relacionados entre sí. Por eso Raúl es la persona idónea para escribir un libro tan necesario como este. Raúl es ingeniero informático, doctor en Inteligencia Artificial, investigador sobre la consciencia en máquinas, Psicólogo Clínico en ejercicio, experto en estrategia empresarial y emprendedor. En Raúl confluyen muchos profesionales y todos ellos han colaborado de manera armoniosa para construir este polifacético libro. Les recomiendo que realicen un experimento aplicado para comprender aún mejor lo que les cuento. Busquen “Raúl Arrabales” en Google, cliquen en “Videos” y disfruten de las charlas, entrevistas y contenidos audiovisuales de Raúl que están disponibles en la red. Aprenderán y disfrutarán a partes iguales sobre muchas temáticas. Ese es el equilibrio perfecto tan anhelado por todos los docentes y divulgadores de este planeta: enseñar y entretener. Raúl lo consigue sin apenas esfuerzo, de manera natural, como usted podrá comprobar una y otra vez mientras avanza con este libro.
Un síntoma inequívoco de que un libro te ha gustado y de que, más aún, te ha generado una huella indeleble, es que, cuando lo terminas, te quedas con ganas de más. No llegas agotado a sus últimas páginas, deseoso de cruzar la meta como en una media maratón a la que llegas corto de preparación. Todo lo contrario. La lectura de esta obra se parece más a una cita amorosa en la que querrías que nunca amaneciera. Eso es lo que se siente mientras se lee este libro: que nunca se acabe, que no se rompa la noche. Más aún, lo confieso, ya estoy deseoso de leer la segunda parte de este libro. Aprovecho el púlpito que me proporciona este prólogo para formalizar y enviar esta solicitud al autor. De hecho, al ritmo que avanza el desarrollo de la tecnología en esta nueva primavera de la IA, tendríamos que pedirle a Raúl que nos regale cada año una nueva entrega, en una serie periódica que recoja los nuevos trastornos diagnosticados en las inteligencias-no-nacidas-sino-creadas. No puedo imaginar mejor cronista del ciclo vital de la IA que Raúl Arrabales.
Conozco a Raúl desde hace muchos años. Antes de conocernos en persona, ya lo conocía. A principios de este siglo, durante mis primeros meses viviendo en Madrid (soy de Murcia; nadie es perfecto), estuve curioseando las actividades de la Semana de la Ciencia y la Innovación de Madrid, que se celebra todos los años en otoño. Estaba (h)ojeando las páginas del catálogo de actividades ofertadas y de pronto una conferencia de título irresistible secuestró mi atención. Era algo así como “Consciencia Artificial y Robótica” y la impartía un tal Raúl Arrabales Moreno en la Universidad Carlos III de Madrid. Fue la primera vez que asistí a una actuación de Raúl. Me cautivó. Dejó una huella indeleble en mi memoria. Me quede con ganas de más (¡qué buena señal!). Varios años después, durante la realización de las prácticas presenciales de laboratorio de una de las asignaturas que imparto en el Grado de Psicología de la UNED, de manera imprevista (desde mi punto de vista, claro) apareció Raúl para participar en las mismas como estudiante. Nada más verlo, mi memoria a largo plazo detectó un rostro familiar. Unos pocos milisegundos después, mi sistema de producción verbal fue capaz de articular algo así como: “tú eres Raúl Arrabales, el de la consciencia en máquinas”. No sé lo que pensó Raúl ante esta reacción por mi parte, nunca se lo he preguntado, pero infiero que fue algo así como: “joder, ¿se sabe el nombre de todos sus estudiantes o es que este tío es capaz de leer la mente?”. Ni una cosa ni la otra. Simplemente, fue un producto de la recuperación de un episodio de memoria tallado con fuerza en la tabula (ya no tan rasa) de mis recuerdos. Ese fue el día que nos conocimos los dos y, después de ese (re)encuentro, he tenido el inmenso honor de compartir con él actividades de otras Semanas de la Ciencia, cursos, charlas, conferencias y otras tantas actuaciones conjuntas.
Se dice que la cara es el espejo del alma. Sin embargo, hay muchos otros espejos comportamentales que son mejores indicadores de los contenidos del espíritu. Como decían en la que indudablemente ha sido la mejor película del año 2023 (me refiero obviamente a John Wick 4): “como haces una cosa, haces todas las cosas”. Por eso, antes de leer este libro, yo ya sabía la cota de calidad literaria, divulgativa y científica que esta obra iba a alcanzar. Porque he visto muchas actuaciones de Raúl. Porque hemos compartido micrófonos de radio y cámaras de televisión. Porque he conversado durante horas y horas con él, ya sea en persona, por Guasap o por teléfono, tanto con el acompañamiento de unas cuantas cervezas como de un café. De hecho, después de tantas y tan nutritivas interacciones, me atrevo a afirmar, con una elevada confianza en mi respuesta, que Raúl no es una IA, no es un replicante, no es una máquina. No he visto lo que tiene debajo de la piel, bien es cierto, pero confirmo que Raúl pasa el test de Turing con holgura. Incluso aunque asumiendo que, como les suelo decir a mis estudiantes, nadie pasaría el test de Turing a largo plazo, de forma similar a lo que ocurre con el amor, que no dura para siempre. Por cierto, una pregunta traviesa que no puedo evitar lanzar: ¿hubiera superado Alan Turing el test de Turing? A lo largo, ancho y profundo del libro, Raúl destila una cálida empatía con el lector, una cercanía socioafectiva con los espectadores, un delicioso sentido del humor, que ninguna máquina es (todavía) capaz de imitar. Esta obra es una de las mejores demostraciones que he conocido de que el humor no es lo contrario de lo serio; el humor es lo contrario de lo aburrido, como alguna vez he escuchado por ahí. Raúl demuestra en esta obra una inteligencia general, polivalente, interdisciplinar, que le permite ejercer esa virtuosa capacidad de relacionar campos del conocimiento que residen en distritos intelectuales distantes y con escasas conexiones de transporte entre ellas. Las inteligencias creadas, en cambio, siguen teniendo un ámbito de actualización estrecho, ultraespecializado (que se lo digan a los jugadores de ajedrez) pero todavía de vuelo corto, de vida ermitaña, sin que hayan conocido mundo, sin la calidez de la empatía ni de la conexión social.
Sí, soy consciente de que todavía no he presentado propiamente el libro. Allá voy. Este libro es una obra fascinante que explora los problemas psicológicos de las mentes artificiales y su impacto en la sociedad. Raúl nos lleva de la mano a través de un viaje intelectual que nos hará cuestionar nuestros prejuicios, concepciones, mitos y creencias sobre la IA. El libro ofrece una mirada fresca, apasionante y siempre divertida a la IA, y nos guía a través de un viaje que nos desafía todo el tiempo para pensar de manera más reflexiva y crítica sobre la IA, su relación con la mente humana y el impacto sobre nuestra convivencia en sociedad. En este viaje, como ya les advertía varias frases más atrás, aprenderemos más sobre nosotros mismos, como especie, como ciudadanos o como meros terrícolas, que sobre las inteligencias construidas. Con maestría, Raúl nos muestra que las IAs son como cualquier otra herramienta: una extensión de nuestra mente en el mundo. Sea un tenedor, un arco con flechas, un bifaz, un teléfono móvil, un robot de cocina, el Satisfyer o un Chatbot. “Yo soy yo y mis artilugios”, no tengo duda que Ortega reescribiría si todavía estuviera entre nosotros. “Conócete a ti mismo”, decía la inscripción en el templo de Apolo en Delfos. Raúl mantiene viva esta tradición grecolatina en su creación literaria. Platón disfrutaría con gozo de esta obra, tampoco tengo dudas de ello, y seguro que elegiría este libro, entre otros, si tuviera que encerrarse durante un tiempo en su caverna.
El itinerario que esta guía de viaje mental nos propone nos dirigirá hacia una reflexión profunda sobre la inteligencia y la psicología humanas, y sobre la relevancia de la salud mental para las sociedades contemporáneas. Una obra como esta era imprescindible. Más allá de sensacionalismos, de utopías digitales o de estrategias de mercadotecnia, era necesario un acercamiento al fenómeno tecnológico más importante de este siglo. Raúl, de manera valiente, incisiva y cualificada, adopta esa visión crítica desmitificadora. Después de leer este volumen, su concepción sobre la inteligencia tanto natural como artificial ya nunca será la misma. Tampoco su percepción del ser humano y de otros seres vivos, todos ellos organismos inteligentes. Ni sobre la psicología y la salud mental. Muchas huellas indelebles se llevará usted de regalo en su mochila cognitiva, se lo aseguro.
Antes de retirarme para dejar paso a las primeras páginas de este libro, tengo que confesar algo. En realidad, sí que le solicité a ChatGPT que redactara un prólogo para este libro. Y obedientemente así lo hizo. De hecho, he insertado, de manera subrepticia, algunas de sus frases, aquellas que me parecieron más afinadas, eso sí. Desafío al lector a que intente identificarlas en el texto. Quizás también se me habrían ocurrido esas frases a mí, pero ya nunca lo sabremos. Pasado el tiempo, es muy posible que ni siquiera yo sea capaz de discriminar qué frases fueron generadas por ChatGPT y cuáles son exclusivamente mías. Así funciona la memoria humana, no como una base de datos que nos mantiene anclados al pasado sino como un sistema prospectivo para vivir actualizados en el presente. Menos mal.
Disfruten, aprendan, reflexionen con esta lectura que en breve comienza. Quiero terminar con otro aviso a navegantes: prepárense para que en su mente broten más cantidad de preguntas que de respuestas cosechadas. Es la cualidad de las obras maestras del conocimiento, la de generar preguntas y fomentar la motivación humana, la que mayor desarrollo sociocultural nos ha proporcionado en nuestra historia como especie: la curiosidad. Otra clara diferencia, por cierto, en comparación con las inteligencias artificiales. Como dijo Picasso, o al menos a él se le suele atribuir esa frase, “no me interesan las máquinas, solo tienen respuestas”. Estoy de acuerdo tan solo con la segunda parte.
Que la fuerza les acompañe.
Pedro R. Montoro, Barrio del Pilar, Madrid.